Quince millones de Euros, decían los rótulos y el mundo
del fútbol ya no volvería a ser igual. El revulsivo que el Newcastle buscaba
para desbancar al Manchester de Cantona. Que lejanos tiempos y que poco se pagó
por el famoso ariete de la selección inglesa.
Físicamente todo un británico y futbolísticamente quizá el último centrofoward que ha conocido el reino. Perdóname John Hartson, pero el bueno de Alan fue más cotizado internacionalmente que tú. Brazo en alto para celebrar y corrida despavorida como si alguien lo persiguiera insistentemente. Así era Shearer, un delantero que no se andaba con delicadeces y que definía con la facilidad que expone un hombre cuyas cualidades con los pies eran limitadas. Eran épocas de atacantes al estilo Batistuta o Duncan Ferguson. Qué bueno que salió el nombre del escoces, otro de esas torres que brillaban por su juego aéreo.
La cantidad pagada por el ex jugador del Blackburn Rovers
es ahora irrisoria, aunque en ese momento hacia que los oídos de los entendidos
prestaran atención porque era el inicio de una corriente que aun continua, y
hace que cada día salgan nuevas cifras, exageradas sí, pero esa es la realidad.
Alan Shearer no pudo cambiar el destino de las “urracas” pese a haber marcado 25 goles en 31 partidos. Nada
fue suficiente, los de Ferguson terminaron por ganar la liga y los de Saint
James Park tuvieron que conformarse con una clasificación a la Champions
League.
La historia de Shearer fue como un cuento de hadas. Siguió
brillando, pero cada año el blanco y negro continuaba descendiendo de posición.
Fueron 2 800 millones de pesetas, así lo título la revista Don Balón. Fue el
inicio de las millonarias compras, donde las canteras se han visto mermadas y
los países han sido obligados a nacionalizar antes de formar. Una verdadera lástima,
y lo peor es que nadie hace nada por remediarlo.
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