Soñoliento termino
de ver la
exhibición colombiana. Por un
instante me confundo, pienso que estoy soñando, pero
no es así, la
realidad demanda un
toque preciosista, un océano color
amarillo, y un mitológico
delantero que me
empuja a la
inconciencia a sabiendas
que todo esto
es verdad y
no tan solo
una fantasía.
Debería obviar los
halagos, al fin y al cabo
estos nacen en
otros sin tener
que forzarlos. James Rodríguez
patina con elegancia. Siempre erguido
y con ese
puntillazo de glamour
para habilitar al
implacable Radamel Falcao
García. Macnelly se mueve
con delicadeza, recibe,
observa y pasa.
El sueño oneroso
no cree en plazos
y acelera la
aparición del alámbrico Juan
Domingo Cuadrado. Allí,
sobre la
derecha, con esos jueguitos
que hace con
el balón y
sus diagonales mortíferas para
invadir el área rival. Y finalmente
Teo. Nuevamente Teófilo Gutiérrez, ahora en
Colombia, lejos de los escándalos
cilíndricos pero
siempre con ese
repliegue para tocar
y provocar a
los rivales.
He de volver
al subconsciente para
olvidar y soñar. Un buen
consuelo diría un
amigo, un maravilloso y
necesario medicamento diría
yo.
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