Suelo
nutrirme de algunas
crónicas avejentadas. Personalmente,
debo decir que
son un punto
de inicio importante
que culminará con
la visualización de
los hechos y
la natural opinión
propia. En otras palabras, ver
para creer.
Dicen que fue
el partido más
violento que se
pudo ver. El Maracana
de Belgrado era el escenario. Imponente coloso
que se convertía
en un infierno
cuando miles de
yugoslavos lo abarrotaban. El partido
definía el pase
al Mundial de Argentina
78. El local necesitaba
imperiosamente la victoria,
mientras que España, visitante y
enemigo, requería tan solo
de un empate
para lograr el
boleto.
Había cracks en
el campo. Como no
reconocer la calidad
de Juanito o
la velocidad de
Rubén Cano (argentino nacionalizado
español). Y como obviar
al hábil Ivica
Surjak o al
desequilibrante Safet Susic. Empecemos
pues a
narrar los sucesos
más escandalosos de
aquella riña futbolística. Varios militares
en la tribuna, al
menos eso parece
al ver sus
gorras. Algunas botellas aterrizando
en el campo, y
como para estar a
tono con la
tarde todo se
inició con una
entrada asesina de Kustudic sobre
Juanito, y después
una barrida terrible
de Surjak sobre
Pirri, que derivo a
que el jugador
del Real Madrid
saliera del campo y estuviese
tres meses inactivo.
Danilo Popivoda y
Safet Susic llevaban
el peligro por
las bandas, pero siempre
concluían con una
bomba al área
para la cabeza
de Kustudic, lamentablemente ese
día Migueli estuvo
infranqueable en el
juego aéreo no
para ganar pero
sí para desestabilizar. Marcelino salva
en la raya un
cabezazo de Kustudic
y Yugoslavia presiona con
todo. Juanito las corre
todas y Asensi
fue perdiéndose en
el partido. Sead Susic
agrede Rubén Cano en
la cara del
referí y este
no hace ni
dice nada. La
desesperación era tal
que los más
talentosos empezaron a
fallar en el
conjunto local. Kustudic
ganaba pero siempre
desviaba el remate
final. Surjak empezó a cabalgar
solo, y para colmo, un
desborde de Cardeñosa
tras una habilitación
de Juanito le
permitió a Rubén
Cano anotar y degollar las
ilusiones locales. Era el
minuto 71 de
tiempo corrido.
El resto fue
ver el agonizante final de
un equipo sin
ideas y con
una débil línea
defensiva. Pulgar abajo de
Juanito al salir
del campo y
la tribuna lo mando a
descansar de un
botellazo. Trifulca y cantos
incomprensibles por el idioma, pelea a
patadas en el
campo, un gol anulado
y un árbitro
cuya presencia era
invisible.
Tuve que verlo
para creerlo, me
lo contaron y
pude confirmarlo. Esta fue
la batalla de
Belgrado, un partido picante
como muchos, y
una muestra de
cómo el fútbol a
veces puede ser
boicoteado por la
violencia.
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