El fútbol
se ha vuelto
demasiado delicado. Ya no
es ese juego
que necesitaba no
solo de calidad
para triunfar sino
también esa cuota
de rudeza, bravura y
empuje que todo
guerrero lleva impreso. Ahora el
tiki taka ha
suplido a contiendas
como el Maracanazo
o los Alemania – Italia, ahora todo
es un falso Fair play
y elecciones que
solo degradan más
un deporte que
debe despertar pasiones
y no rutinas.
La foto
refleja más que
mis palabras. Allí estaba
ese gladiador inglés
cuya camiseta servía
como paño para
la sangre que
brotaba como un
geiser. Terry Butcher no
destacaba por su dribling o
sus exquisiteces, creo que
ni siquiera alguien
pueda decir que
alguna vez existió
para el fútbol.
Pero lo
hizo y de
la manera que
hoy muchos a
quienes llaman grandes
le huyen. Era 1989
e Inglaterra se
jugaba la clasificación
al Mundial. Suecia estaba
al frente y
Terry como siempre se
iba a jugar
todo por su
país.
A pocos
minutos de iniciado
el partido un
hecho fortuito le
realizó un profundo
corte a Butcher. La hemorragia
no cesaba y
aunque los médicos cerraron
momentáneamente la herida
está volvió a
revivir ya estando
Terry en el
campo. La camiseta ensangrentada, por menos
de eso hoy
no regresas, y la
venda que como
un sucio turbante
lo acompañaba fueron
sus galones que
le permitieron llevar
con honor la
capitanía de la
selección anglosajona.
Por supuesto que
Inglaterra clasificó a
la Copa del
Mundo. Butcher siguió en lo suyo. Se fue
al Glasgow Rangers
y siempre lucho
hasta la extenuación. Triunfó con
el Ipswich Town
y tuvo la
gracia y desdicha
de ser testigo
del mejor gol
de la historia, porque Maradona
se hizo grande
frente a los ingleses,
pero Butcher se hizo un
gigante frente a
los suecos.
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